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Dirigido por Inés Pintor y Pablo Santidrián, “Sigue mi voz” es un drama tras otro, cada cual mayor que el anterior y un romance entre un chico y una chica que tienen una conexión profunda gracias a un móvil y a un cuadro. Las tecnologías están presentes y sirven para conectar a sus protagonistas, dos adolescentes proxémicos, ya que físicamente se encuentran más cerca el uno del otro de lo que podrían llegar a creer.
Los intérpretes principales son Klara (Berta Castañé) y Kang (Jae Wood), que transmiten una química agridulce entre ellos, probablemente debido a sus historias personales. Los secundarios son Claudia Traisac y Nuno Gallego.
El largometraje está basado en un relato de la autora Ariana Godoy, cuya carrera literaria despegó en la plataforma Wattpad, muy célebre entre los millenials. Otra de sus adaptaciones literarias fue “A través de mi ventana”, protagonizada por Clara Galle y Julio Peña.
Hay un pequeño homenaje al cine y al teatro en un par de escenas, “el cine dentro del cine” y “el teatro dentro del cine”, que rinden tributo a estos medios de expresión artística.
Se tratan cuestiones como la salud, el amor, la amistad, la ansiedad o el duelo, temas que también han aparecido en alguna otra película adolescente como “Las ventajas de ser un marginado”. El estilo visual está a medio camino entre lo naturalista y lo expresionista. La nieve tiene relevancia en el contexto de los paisajes navarros, forma parte del hilo conductor del relato y constituye un nexo de unión entre Klara y Kang.
Se ofrece una selección de piezas musicales cuidadas. El personaje de Kang, aunque nació en Seúl (Corea del Sur), no está representado por temas K-pop como cabría esperar, el abanico musical es intimista y ensalza la figura del compositor cantautor.
La sanación está correctamente reflejada como proceso relativamente progresivo, el relato es digno y respetuoso, pero hay que tener cuerpo y ganas de ver este largometraje, porque contiene temas delicados y espinosos.
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