Para hacer una crítica de cine de la tercera entrega de Avatar, la franquicia de James Cameron, con Disney como distribuidora y una de las principales productoras, es conveniente recordar un poco las dos anteriores.
En Avatar, la primera película, Jake Sully es un marine que mediante el Programa “Avatar” decide aceptar convertirse en uno para poder acceder a Pandora, el ecosistema que habitan los Na’vi. La misión de Jake es infiltrarse en el clan de los Omaticaya para convencerles de que abandonen el Árbol Madre, bajo el que hay un mineral muy valioso, el Unobtanium. Pero Jake se enamora de la Na´vi Neytiri y aprende el respeto por su cultura y por la deidad Eywa. El antagonista Quaritch, un coronel humano, no se lo pondrá nada fácil.
En la segunda película, “Avatar: El camino del agua”, han pasado 10 años, Jake ha formado una familia con Neytiri. Para proteger a su familia, se van a vivir a un pueblo Na’vi marino, pero sufrirán el ataque de Quaritch recombinante (Na’vi clonado con su conciencia humana) y otros soldados que cazan criaturas marinas.
Por fin llegamos a “Avatar: Fuego y ceniza”. Los humanos y los Na’vi continúan su lucha. En esta tercera parte, que se rodó junto con la segunda, de las que se obtuvo un material con una duración aproximada de 9 horas, se demuestra que ni todos los humanos son malvados, ni todos los Na’vi son bondadosos. Emerge un clan ceniza que vive en una zona volcánica. Están liderados por Varang, interpretada por Oona Chaplin, que acudió a la première en los cines Kinépolis, y reconoció que fue un personaje “difícil” porque lo pierde todo debido a la fuerza del volcán (su familia, su tierra, sus árboles…). "Vuelve al volcán para reconciliarse con la vida". Los Na’vi no sólo deben hacer frente a los humanos, sino también al pueblo ceniza porque Varang, al unirse a Quaritch, comienza a tener sed de poder y de expansión de su territorio.
La espectacularidad sigue siendo la nota dominante de esta tercera película. Al estar rodada junto a la segunda, los escenarios de agua permanecen. No sólo hay fuego, los 4 elementos (tierra, agua, aire y fuego) se combinan en esta tercera parte. Puede haber cierta sensación de que se repiten escenarios, pero la belleza enorme de Pandora supera cualquier sensación de déjà vu. Hay una batalla final gigante, que dura bastante rato, calculé mínimo 40 minutos. Quizá se alarga demasiado.
En lo que se refiere a los personajes, Jake sigue siendo la figura referente de su familia y de Pandora, aunque llega a tener un dilema ético fuerte con Spider, el humano a quien cuida como un hijo. Spider tiene gran protagonismo, y también Kiri, la hija adoptiva mayor de los Sully, descubre algo sobre sí misma. En realidad, hay una perspectiva de familia no normativa cuyos miembros se quieren con naturalidad, aunque no sin ciertos recelos de Neytiri, que no puede evitar pensar que Spider es humano, y los humanos la han llevado a esa situación familiar y circunstancial delicada.
Estéticamente es una maravilla, y si la ves con gafas 3D, más. Aprecias más el color, el brillo, el relieve y las escenas de acción. La banda sonora corre a cargo Simon Franglen, con un tema de Miley Cyrus sonoro y potente a nivel emocional.
“Avatar: Fuego y ceniza” despierta emociones y sensaciones en quien la ve, Pandora es un mundo único, inmersivo, mágico. Por cierto, se espera otra película en 2029, con un salto temporal de 6 años con respecto a la tercera, y el regreso del elenco principal, incluido Sam Worthington como Jake Sully, Zoe Saldaña como Neytiri y Oona Chaplin como Varang.
Comentarios de Oona en la première:
“Esta historia nos ha unido al mundo realmente en un tiempo donde estamos tan divididos”.
“Somos todos azules, somos todos Na’vi, ¿verdad? Refiriéndose al público de la sala 25 de Kinépolis.
Sobre Varang, su personaje: “Es complicada, es picante”. Oona la define como “feroz”.
Revela que la primera película que vio de James Cameron fue “Titanic” en los cines Kinépolis de Madrid.
Dice que le encanta estar en el proyecto de Avatar, reconectar con Madrid, donde vivió hasta los 14 años, y que el día anterior estuvo paseando por la Plaza Mayor y sintió gran alegría.

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